《總統(tǒng)先生》(西班牙留學(xué)網(wǎng)xibanya.liuxue86.com)
¡Ese animal!
El secretario del Presidente oía al doctor Barreño.
—Yo le diré, señor secretario, que tengo diez años de ir diariamente a un cuartel como cirujano militar. Yo le diré que he sido víctima de un atropello incalificable, que he sido arrestado, arresto que se debió a..., yo le diré, lo siguiente: en el Hospital Militar se presentó una enfermedad extraña; día a día morían diez y doce individuos por la mañana, diez y doce individuos por la tarde, diez y doce individuos por la noche. Yo le diré que el Jefe de Sanidad Militar me comisionó para que en compañía de otros colegas pasáramos a estudiar el caso e informáramos a qué se debía la muerte de individuos que la víspera entraban al hospital buenos o casi buenos. Yo le diré que después de cinco autopsias logré establecer que esos infelices morían de una perforación en el estómago del tamaño de un real, producida por un agente extraño que yo desconocía y que resultó ser el sulfato de soda que les daban de purgante, sulfato de soda comprado en las fábricas de agua gaseosa y de mala calidad, por consiguiente. Yo le diré que mis colegas médicos no opinaron como yo y que, sin duda por eso, no fueron arrestados; para ellos se trataba de una enfermedad nueva que había que estudiar. Yo le diré que han muerto ciento cuarenta soldados y que aún quedan dos barriles de sulfato. Yo le diré que por robarse algunos pesos, el Jefe de Sanidad Militar sacrificó ciento cuarenta hombres, y los que seguirán... Yo le diré...
—¡Doctor Luis Barreño! —gritó a la puerta de la secretaría un ayudante presidencial.
—... yo le diré, señor secretario, lo que él me diga.
El secretario acompañó al doctor Barreño unos pasos. A fuer de humanitaria interesaba la jerigonza de su crónica escalonada, monótona, gris, de acuerdo con su cabeza canosa y su cara de bistec seco de hombre de ciencia.
El Presidente de la República le recibió en pie, la cabeza levantada, un brazo suelto naturalmente y el otro a la espalda, y, sin darle tiempo a que lo saludara, le cantó:
—Yo le diré, don Luis, ¡y eso sí!, que no estoy dispuesto a que por chismes de mediquetes se menoscabe el crédito de mi gobierno en lo más mínimo. ¡Deberían saberlo mis enemigos para no descuidarse, porque a la primera, les boto la cabeza! ¡Retírese! ¡Salga!..., y ¡llame a ese animal!
De espaldas a la puerta, el sombrero en la mano y una arruga trágica en la frente, pálido como el día en que lo han de enterrar, salió el doctor Barreño.
—¡Perdido, señor secretario, estoy perdido!... Todo lo que oí fue: «¡Retírese, salga, llame a ese animal!...»
—¡Yo soy ese animal!
De una mesa esquinada se levantó un escribiente, dijo así, y pasó a la sala presidencial por la puerta que acababa de cerrar el doctor Barreño.
—¡Creía que me pegaba!... ¡Viera visto..., viera visto! —hilvanó el médico enjugándose el sudor que le corría por la cara—. ¡Viera visto! Pero le estoy quitando su tiempo, señor secretario, y usted está muy ocupado. Me voy, ¿oye? Y muchas gracias...
—Adiós, doctorcito. De nada. Que le vaya bien.
El secretario concluía el despacho que el Señor Presidente firmaría dentro de unos momentos. La ciudad apuraba la naranjada del crepúsculo vestida de lindos celajes de tarlatana con estrellas en la cabeza como ángel de loa. De los campanarios luminosos caía en las calles el salvavidas del Ave María.
Barreño entró en su casa que pedazos se hacía. ¡Quién quita una puñalada trapera! Cerró la puerta mirando a los tejados, por donde tina mano criminal podía bajar a estrangularlo, y se refugió en su cuarto detrás de un ropero.
Los levitones pendían solemnes, como ahorcados que se conservan en naftalina, y bajo su signo de muerte recordó Barreño el asesinato de su padre, acaecido de noche en un camino, solo, hace muchos años. Su familia tuvo que conformarse con una investigación judicial sin resultado; la farsa coronaba la infamia, y una carta anónima que decía más o menos: «Veníamos con mi cuñado por el camino que va de Vuelta Grande a La Canoa a eso de las once de la noche, cuando a lo lejos sonó una detonación; otra, otra, otra..., pudimos contar hasta cinco. Nos refugiamos en un bosquecito cercano. Oímos que a nuestro encuentro venían caballerías a galope tendido. Jinetes y caballos pasaron casi rozándonos, y continuamos la marcha al cabo de un rato, cuando todo quedó en silencio. Pero nuestras bestias no tardaron en armarse. Mientras reculaban resoplando, nos apeamos pistola en mano a ver qué había de por medio y encontramos tendido el cadáver de un hombre boca abajo y a unos pasos una mula herida que mi cuñado despeñó. Sin vacilar regresamos a dar parte a Vuelta Grande. En la Comandancia encontramos al coronel José Parrales Sonriente, el hombre de la mulita, acompañado de un grupo de amigos, sentados alrededor de una mesa llena de copas. Le llamamos aparte y en voz baja le contamos lo que habíamos visto. Primero lo de los tiros, luego... En oyéndonos se encogió de hombros, torció los ojos hacia la llama de la candela manchada de rojo y repuso pausadamente: «¡Váyanse derechito a su casa, yo sé lo que les digo, y no vuelvan a hablar de esto!...»
—¡Luis!... ¡Luis!...
Del ropero se descolgó un levitón como ave de rapiña.
—¡Luis!
Barreño saltó y se puso a hojear un libro a dos pasos de su biblioteca. ¡El susto que se habría llevado su mujer si lo encuentra en el ropero!...
—¡Ya ni gracia tienes! ¡Te vas a matar estudiando o te vas a volver loco! ¡Acuérdate que siempre te lo digo! No quieres entender que para ser algo en esta vida se necesita más labia que saber. ¿Qué ganas con estudiar? ¿Qué ganas con estudiar? ¡Nada! ¡Dijera yo un par de calcetines, pero qué...! ¡No faltaba más! ¡No faltaba más!...
La luz y la voz de su esposa le devolvieren la tranquilidad.
—¡No faltaba más! Estudiar..., estudiar... ¿Para qué? Para que después de muerto te digan que eras sabio, como se lo dicen a todo el mundo... ¡Bah!... Que estudien los empíricos; tú no tienes necesidad, que para eso sirve el título, para saber sin estudiar... ¡Y... no me hagas caras! En lugar de biblioteca deberías tener clientela. Si por cada librote inútil de ésos tuvieras un enfermo, estaríamos mejor de salud nosotros aquí en la casa. Yo, por mí, quisiera ver tu clínica llena, oír sonar el teléfono a todas horas, verte en consultas... En fin, que llegaras a ser algo...
—Tú le llamas ser algo a...
—Pues entonces... algo efectivo... Y para eso no me digas que se necesita botar las pestañas sobre los libros, como tú lo haces. Ya quisieran saber los otros médicos la mitad de lo que tú sabes. Basta con hacerse de buenas cuñas y de nombre. El médico del Señor Presidente por aquí... El médico del Señor Presidente por allá... Y eso sí, ya ves; eso sí ya es ser algo...
—Puesss... —y Barreño detuvo el pues entre los labios salvando una pequeña fuga de memoria—... esss, hija, pierde las esperanzas; te caerías de espaldas si te contara que vengo de ver al Presidente. Sí, de ver al Presidente.
—¡Ah, caramba!, ¿y qué te dijo, cómo te recibió?
—Mal. Botar la cabeza fue todo lo que le oí decir. Tuve miedo y lo peor es que no encontraba la puerta para salir.
—¿Un regaño? ¡Bueno, no es al primero ni al último que regaña; a otros les pega! —y tras una prolongada pausa, agregó—: A ti lo que siempre te ha perdido es el miedo...
—Pero, mujer, dame uno que sea valiente con una fiera.
—No, hombre, si no me refiero a eso; hablo de la cirugía, ya que t lo puedes llegar a ser médico del Presidente. Para eso lo que urge es que pierdas el miedo. Pero para ser cirujano lo que se necesita es valor. Créemelo. Valor y decisión para meter el cuchillo. Una costurera que no echa a perder tela no llegará a cortar bien un vestido nunca. Y un vestido, bueno, un vestido vale algo. Los médicos, en cambio, pueden ensayar en el hospital con los indios. Y lo del Presidente, no hagas caso. ¡Ven a comer! El hombre debe estar para que lo chamarreen con ese asesinato horrible del Portal del Señor.
—¡Mira, calla!, no suceda aquí lo que no ha sucedido nunca; que yo te dé una bofetada. ¡No es un asesinato ni nada de horrible tiene el que hayan acabado con ese verdugo odioso, el que le quitó la vida a mi padre, en un camino solo, a un anciano solo...!
—¡Según un anónimo! Pero, no pareces hombre; ¿quién se lleva de anónimos?
—Si yo me llevara de anónimos...
—No pareces hombre...
—Pero ¡déjame hablar! Si yo me llevara de anónimos, no estarías aquí en mi casa —Barreño se registraba los bolsillos con la mano febril y el gesto en suspenso—; no estarías aquí en mi casa. Toma: lee...
Pálida, sin más rojo que el químico bermellón de los labios, tomó ella el papel que le tendía su marido yen un segundo le pasó los ojos:
Doctor: aganos el fabor de consolar a su mujer, ahora que el hombre de la mulita pasó a mejor bida. Consejo de unos amigos y amigas que le quieren.
Con una carcajada dolorosa, astillas de risa que llenaban las probetas y retortas del pequeño laboratorio de Barreño, como un veneno a estudiar, ella devolvió el papel a su marido. Una sirvienta acababa de decir a la puerta:
—¡Ya está servida la comida!
En Palacio, el Presidente firmaba el despacho asistido por el viejecito que entró al salir el doctor Barreño y oír que llamaban a ese animal.
Ese animal era un hombre pobremente vestido, con la piel rosada como ratón tierno, el cabello de oro de mala calidad, y los ojos azules y turbios perdidos en anteojos color de yema de huevo.
El Presidente puso la última firma y el viejecito, por secar de prisa, derramó el tintero sobre el pliego firmado.
—¡ANIMAL!
—¡Se...ñor!
—¡ANIMAL!
Un timbrazo..., otro..., otro... Pasos y un ayudante en la puerta.
—¡General, que le den doscientos palos a éste, ya ya! —rugió el Presidente; y pasó en seguida a la Casa Presidencial. La comida estaba puesta.
A ese animal se le llenaron los ojos de lágrimas. No habló porque no pudo y porque sabía que era inútil implorar perdón: el Señor Presidente estaba como endemoniado con el asesinato de Parrales Sonriente. A sus ojos nublados asomaron a implorar por él su mujer y sus hijos: una vieja trabajada y una media docena de chicuelos flacos. Con la mano hecha un garabato se buscaba la bolsa de la chaqueta para sacar el pañuelo y llorar amargamente —¡y no poder gritar para aliviarse!—, pensando, no como el resto de los mortales, que aquel castigo era inicuo; por el contrario, que bueno estaba que le pegaran para enseñarle a no ser torpe —¡y no poder gritar para aliviarse!—, para enseñarle a hacer bien las cosas, y no derramar la tinta sobre las notas —¡y no poder gritar para aliviarse!...
Entre los labios cerrados le salían los dientes en forma de peineta, contribuyendo con sus carrillos fláccidos y su angustia a darle aspecto de condenado a muerte. El sudor de la espalda le pegaba la camisa, acongojándole de un modo extraño.
¡Nunca había sudado tanto!... ¡Y no poder gritar para aliviarse! Y la basca del miedo le, le, le hacía tiritar...
El ayudante le sacó del brazo como dundo, embutido en una torpeza macabra: los ojos fijos, los oídos con una terrible sensación de vacío, la piel pesada, pesadísima, doblándose por los riñones, flojo, cada vez más flojo...
Minutos después, en el comedor:
—¿Da su permiso, señor Presidente?
—Pase, general.
—Señor, vengo a darle parte de ese animal que no aguantó los doscientos palos.
La sirvienta que sostenía el plato del que tomaba el Presidente, en ese momento, una papa frita, se puso a temblar...
—Y usted, ¿por qué tiembla? —le increpó el amo. Y volviéndose al general que, cuadrado, con el quepis en la mano, esperaba sin pestañear—: ¡Está bien, retírese!
Sin dejar el plato, la sirvienta corrió a alcanzar al ayudante y le preguntó por qué no había aguantado los doscientos palos.
—¿Cómo por qué? ¡Porque se murió!
Y siempre con el plato, volvió al comedor.
—¡Señor —dijo casi llorando al Presidente, que comía tranquilo—, dice que no aguantó porque se murió!
—¿Y qué? ¡Traiga lo que sigue!
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西班牙語(yǔ)沒(méi)有英語(yǔ)這么復(fù)雜的發(fā)音規(guī)則。他幾乎每一個(gè)字母都只有一個(gè)特定的音,我舉個(gè)例子,a這個(gè)字母無(wú)論何時(shí)都發(fā)“阿”這個(gè)音,e發(fā)“唉”(口型小點(diǎn),跟英語(yǔ)里的e差不多)。西班牙語(yǔ)只有一個(gè)音是比較難發(fā)的,那就是r這個(gè)字母,他發(fā)的是大舌顫音,其實(shí),西班牙語(yǔ)最難得不是他的發(fā)音,而是他的語(yǔ)法和動(dòng)詞變位。你一學(xué)就知道了,背的東西太多。還有,他的語(yǔ)速不是一般的快,你要做好心理準(zhǔn)備,和英語(yǔ)不是一個(gè)數(shù)量級(jí)的?。∥医ㄗh你最好提前買(mǎi)一本西班牙語(yǔ)看看,因?yàn)樗扔⒄Z(yǔ)難學(xué)的多的多 。
1. 西班牙語(yǔ)屬于拉丁語(yǔ)系,比英語(yǔ)要科學(xué),是不要音標(biāo)的拼音文字,掌握發(fā)音規(guī)則后就能夠”見(jiàn)詞發(fā)音”。短短的入門(mén),學(xué)的好,就可以地道流利地讀出所有的西班牙文章,這是第一關(guān)!西班牙諺語(yǔ)中把最難做的事情比做”學(xué)漢語(yǔ)”,可見(jiàn)有中文水平的人學(xué)西班牙不是成了最容易的事了?
2. 西班牙語(yǔ)的小舌音,卷舌連續(xù)抖動(dòng)的r、rr是中國(guó)人的難點(diǎn),竅門(mén)有三。一、發(fā)音前多加上“德拉”;二、利用漱口的時(shí)候,多延時(shí)5分鐘——“嘟魯魯”;三、堅(jiān)持2-4周利用上下班和無(wú)人的時(shí)候,練習(xí)卷舌,以上三點(diǎn)定會(huì)讓你有“西班牙”味!還有些音是要聲帶鎮(zhèn)動(dòng)的,要注意!
3. 掌握西班牙語(yǔ)動(dòng)詞的變位也是個(gè)要死記硬背,熟能生巧的活!他的變化是為了口語(yǔ)交流中大量的省略主語(yǔ),口語(yǔ)的方便帶來(lái)的動(dòng)詞變位頭痛是每一個(gè)有志學(xué)好西班牙語(yǔ)的人要克服的難關(guān)。有人說(shuō):“流利地讀,熟練變位”掌握好了,西班牙語(yǔ)就學(xué)會(huì)了一半?。〕鯇W(xué)者就沒(méi)有白學(xué)!你也知道了重點(diǎn)在哪里了,可以集中精力去攻哪一塊了。
4. 有點(diǎn)英語(yǔ)基礎(chǔ)的人,會(huì)發(fā)現(xiàn)西班牙語(yǔ)單詞在多數(shù)主要單詞詞干上非常接近,這樣大家學(xué)習(xí)起來(lái)又省了些勁!
5. 學(xué)習(xí)任何外國(guó)語(yǔ),要以模仿開(kāi)口為優(yōu)先,背會(huì)一句就應(yīng)用一句,這樣就算掌握了。不要,先糾語(yǔ)法一堆,就是不敢開(kāi)口!講錯(cuò)了,因?yàn)槟闶峭鈬?guó)人,別人的背景比你大,所以人家仍然能聽(tīng)懂你,就象外國(guó)人講漢語(yǔ),即使很不準(zhǔn),你也能聽(tīng)懂,搞明白,會(huì)原諒他的不標(biāo)準(zhǔn)的。膽子大是第一啊,有人說(shuō)過(guò),你學(xué)外語(yǔ)多數(shù)都不是為了當(dāng)電臺(tái)標(biāo)準(zhǔn)播音員吧,何況,即使母語(yǔ)能挑上當(dāng)播音員的又有幾個(gè)?降低標(biāo)準(zhǔn),抓住重點(diǎn),能繞開(kāi)你學(xué)語(yǔ)言的誤區(qū)!
2012年02月22日 《西班牙語(yǔ)在線學(xué)習(xí):西班牙語(yǔ)閱讀《總統(tǒng)先生》(5)》來(lái)源于西班牙留學(xué)https://xibanya.liuxue86.com